01. No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy.


 
"Procrastination",
Tales of Mere Existence
by Lev Yilmaz

Dejar para mañana lo que puedes hacer hoy es un arte que los procrastinadores crónicos como yo hemos llegado a dominar hasta la perfección más absoluta. Siempre encontramos excusas para aplazar aquella tarea tediosa o difícil y dispersamos nuestra atención en tareas menos importantes pero que nos son más placenteras o más sencillas de llevar a cabo. Y es que procrastinar (del latín procrastinare) es eso: aplazar, postergar, posponer. Y así nos hemos ganado a pulso la fama de ser perezosos.
Yo prefiero creer que somos aventureros, grandes amantes del riesgo; porque al final acabamos haciendo lo que no deberíamos haber postergado a última hora esquivando todos los contratiempos que se nos presentan. Porque, obviamente, siempre hay contratiempos, y eso es lo que tiene enganchada a este vicio a una procrastinadora empedernida como yo. La impresora decide dejar de funcionar o se queda sin tinta, el coche no arranca o la conexión a internet cae por algún misterio aún sin resolver. ¿Qué sería la vida sin esos “subidones” de estrés?

En mi caso; de repente siento cómo la inspiración corre por mis venas, ya no doy vueltas a las cosas, consigo concentrarme y acabar a escasos minutos de la hora de entrega. Puntual como un reloj. No hay tiempo de revisiones, de darle vueltas a las cosas. Se hace sin remordimientos, con sinceridad; porque es lo que sale del corazón y ya no hay lugar a dar marcha atrás. Realmente me siento viva cuando no puedo parar de mirar insistentemente cómo la manecilla segundera resbala por la esfera del reloj lenta pero sin pausa. El corazón bombea a toda prisa y el cerebro trabaja exprimiendo cada neurona que tiene disponible. Es la manera más segura de tener una experiencia de alto riesgo sin morir en el intento.

Sin embargo, por alguna extraña razón que no logro comprender; ser una procrastinadora no está bien visto en este mundo competitivo en el que vivimos. A menudo me acusan de no saber organizarme, de cómo pierdo el tiempo en cosas triviales y dejo lo realmente importante para última hora. Muchos no entienden mi necesidad de procrastinar pudiendo hacer las cosas tranquilamente y sin los nervios de última hora. Porque, amenazan, ¡algún día no llegarás a tiempo!Pero no sé hacerlo de otra manera.  
Aún así, y observando el gran número de personas a mi alrededor que piensan que procrastinar es una mala idea, he intentado redirigir mi energía para superar mi adicción a aplazar las cosas en numerosas ocasiones. Por ejemplo, he hecho listas interminables de cosas pendientes, eso sí, por orden de prioridad para no perderme en nimiedades. Un ejemplo de ello es la pizarra que tengo colgada en mi despacho donde apunto las “THINGS TO DO” (cosas por hacer), aunque irremediablemente su utilidad es cuestionable ya que siempre acabo empezando por la última con su consiguiente sentimiento de culpa por no cumplir lo estipulado. También comencé a utilizar agendas, a ponerme fechas de entrega anticipadas, planificar mi vida con complicados diagramas, autoconvencerme de que la tarea me va a reportar grandes beneficios, me he obligado a empezar por aquello que me repelía con sus tiempos de descanso cronometrados y premiándome al final. Pero nada parece funcionar.
Así que ahora he determinado tomar un enfoque diferente. Voy a disfrutar de ser una procrastinadora, a amar mis aplazamientos, a abrazar los últimos segundos antes de acabar mi tarea. En pocas palabras, voy a aceptar mi naturaleza: ¡Soy una procrastinadora y orgullosa de serlo! 
A mis lectores, sólo deciros que no os preocupéis, los posts saldrán puntuales de manera quincenal aunque mi fiebre por aplazar me obligue a quedarme en vela toda la noche ;-). Y para aquellos que, a diferencia de mí, aún quieran superar su procrastinación; ahí tenéis los consejos de Elsa Punset que, como astilla de su palo, divulga sus conocimientos científicos para hacernos la vida más fácil.


Entradas populares